Victoria G. Mora. Juan Echanove charla por teléfono en un balcón trasero del Lope de Vega a unos veinte minutos de que empiece la obra. Si está nervioso, no lo parece. Es lo que tiene llevar varias décadas sobre los escenarios. Mientras tanto, el público, inquieto y charlatán, espera el comienzo del espectáculo. Las más de 700 butacas del teatro se han llenado para recibir a Echanove y Ricardo Gómez, únicos protagonistas de Rojo. El dramaturgo estadounidense John Logan es el autor de esta pieza que ha conseguido agotar las entradas para sus cuatro funciones en Sevilla, del 10 al 13 de enero.
La historia presenta el dilema generacional a través de Mark Rothko -Juan Echanove-, uno de los máximos representantes del expresionismo abstracto, y su joven asistente Ken -Ricardo Gómez-, exponente del novedoso movimiento pop art. Rothko, que en su momento dejó atrás a la corriente cubista con su arte, es ahora incapaz de aceptar la irrupción de las nuevas generaciones.
Las diferencias entre los protagonistas son evidentes. Aman el arte y, aunque lo entiendan desde diferentes perspectivas, ambos lo usan como herramienta expresiva a través de la que desnudarse. Ricardo representa la ilusión, la novedad o la esperanza de las nuevas generaciones, mientras que Echanove refleja la dureza, el desaliento o el pesimismo de quien está en el crepúsculo de sus días. El rojo para uno es Santa Claus, para otro evoca a Satanás.
La historia discurre en el Nueva York de los años cincuenta, cuando el elitista restaurante Four Seasons encarga a Rothko un mural, el más caro de la historia del arte desde la Capilla Sixtina. Una oferta real que el artista acabó rechazando tras un fuerte dilema moral durante el que transcurre la obra. Hoy, el mural se puede contemplar en la Tate Modern de Londres.
Rojo critica el mercantilismo y la banalidad de quien se queda en lo superficial. Echanove encarna un personaje que arremete contra «la nación de sonrientes idiotas» a la que pertenece Ricardo, quien reivindica el carácter popular y distendido de su generación. Dos opuestos que buscan el equilibrio a través del arte.
La obra propone dos personajes complejos llenos de contradicciones y oscuridad. Rothko es un judío que se escondió durante años huyendo de los cosacos. Ken es un joven que presenció el asesinato de sus padres con tan solo siete años. La brillantez de Echanove se disfruta a través de una majestuosa interpretación que roza la locura y que le hace pasar de la risa al llanto en cuestión de segundos. La densidad de su texto denota su exquisita capacidad memorística. No menor es el mérito de Ricardo, que a sus 24 años ya llena el sobrio y sencillo escenario de la pieza con su impecable presencia e interpretación.
La escenografía recrea el desordenado taller de pintura del Rohtko. El panel sobre el que trabajan es la única herramienta protagonista más allá de lo estrictamente actoral. Los propios actores juegan a alterar las luces a su gusto para contemplar el tablón sobre el que trabajan. La música acompaña en seleccionadas ocasiones sin tomar el protagonismo en ningún momento del espectáculo.
Rojo es una obra circular que reflexiona sobre el arte y el paso del tiempo desde un conflicto generacional que no ha perdido actualidad en nuestros días. «¿Qué ves?», pregunta Rothko a Ken frente a su obra. Lo que quieras ver. Lo importante es el que «el negro no engulla al rojo«, asegura el personaje.
Es la primera vez que el texto de Logan, galardonado con seis premios Tony, se representa sobre escenarios españoles, después de haber sido estrenado desde en Chile, hasta en Japón. En esta ocasión, bajo la dirección del propio Echanove, Rojo es un canto al transcurrir natural del tiempo y su irreparable evolución. Al dejar atrás, al progreso, al enriquecerse de otras formas de ver, pensar y sentir, en este caso, el arte, pero también la vida.