R.F.B. Su fascinante trabajo le hace inevitablemente cosmopolita y, a un tiempo, representante de una identidad nacional. Esto, que parece una paradoja, se configura en Ricardo Martínez Vázquez con naturalidad, con transparente sinceridad. Apasionado por la historia, como se deduce de sus respuestas, y amante incondicional, y racional, de su tierra, de Sevilla, el perfil de Ricardo Martínez se corresponde con el de personas muy relevantes que sin embargo no llevan aparejado estrellato. Son personas de las que merece la pena aprender, que fácilmente nos abren la visión y a las que en todo caso siempre es interesante escuchar. Casi seguro que una mayoría de sevillanos desconoce que nuestro protagonista tiene una de las responsabilidades diplomáticas más importantes del mundo, nada menos que Embajador de España en Alemania, desde hace pocos meses. Antes de ello, una trayectoria dilatada y exitosa representando a nuestro país en distintos confines del globo. Y para nuestro orgullo, es sevillano.
Pero, más allá de ser la imagen personal de España en la cuarta potencia mundial y primera europea, hay otras vertientes que hacen a esta figura atractiva, y entre ellas el que parte de su energía, tiempo y atención la haya prestado a compromisos humanitarios. Quizá esa perspectiva vital que le posibilita su singular desempeño profesional haya desarrollado lo que probablemente fuese una innata sensibilidad en este sentido.
Envuelto en una agenda intensísima, propia de su cargo, ha tenido la amabilidad de atender a las preguntas de Sevilla Buenas Noticias:
-Nadie, quizá, más ciudadano del mundo que un diplomático ¿Qué perspectiva les difiere en ese sentido del resto de los mortales?
-El diplomático, lo confieso, es mortal y de carne y hueso; y al igual que el resto de los seres humanos se especializa en una ciencia muy especial que le lleva por todo el mundo representando a los suyos y defendiendo sus intereses, a menudo sin que sus compatriotas sean del todo conscientes, y que conlleva «daños colaterales» evidentes por el sacrificio que puede suponer para la familia. Es la vocación de servicio a España, a los tuyos, lo que te hace diplomático (como tantas otras vocaciones profesionales), después viene la especialización de élite con los idiomas y los conocimientos.
-¿Hay ´factores de origen’ que favorecen el desempeño de su carrera por ser sevillano, o no somos tan singulares?
-Sevilla ha sido históricamente una ciudad cosmopolita, de mundo, como Hispalis, Isbilya o la Sevilla moderna, centro del mundo durante el Siglo de Oro español, la de Trajano y Adriano, la que enamoró a Alfonso X o de Isidoro, la que encarceló a Cervantes, la de Murillo, Velázquez y Zurbarán, de Bécquer y los Machado… tal vez esté viviendo ahora tiempos menos brillantes, un tanto cerrada en sí misma, y debería reaccionar apelando a su tradición y a su historia en sentido positivo y fomentar el aprendizaje de idiomas, la formación y la investigación para incorporarse al mundo global buscando las oportunidades que ofrece y modernizándose y mejorando su productividad, dando así una oportunidad a nuestros jóvenes más preparados para que no tengan que irse de Sevilla. En todo caso, Sevilla es una ciudad extraordinaria y fantástica y que se echa mucho de menos desde el extranjero.
-¿En qué lugar de la tierra le hubiese gustado trabajar y aún no lo ha hecho?
-¡En Sevilla, por ejemplo!
-Y ¿Dónde ha estado más a gusto en su periplo?
-En mis ya casi 33 años de Carrera Diplomática debo confesar que he sido muy feliz profesionalmente y he disfrutado de muchos puestos y en momentos especiales, como la Alemania de Bonn (donde nació mi hija mayor) de finales de los 80 hasta la reunificación en 1990, o la Misión Permanente ante los Organismos Internacionales de Ginebra (donde nació mi hija pequeña) de mediados de los 90 con las crisis de la antigua Yugoslavia, la desintegración de la Unión Soviética y los Grandes Lagos, o el Panamá de la retrocesión del canal por parte de EEUU en 1999. También he disfrutado mucho de Sao Paulo y Edimburgo, en ambas como Cónsul General. Incluso en mis destinos de Madrid, donde nacieron mis hijos varones.
-¿y la familia que opina de lo suyo?
-La parte más dolorosa de esta Carrera tan fascinante es la que denominaba antes «daños colaterales», el sacrificio que supone para la familia, con grandes dificultades para los cónyuges que tienen una vida profesional que casi nunca se puede adaptar a la del diplomático con su maldición del «holandés errante» y acaba con separaciones de demasiado tiempo o hasta el divorcio; tampoco para los hijos es fácil, ya que pese a que aprendan muchos idiomas y desarrollen mentes más abiertas, suelen sufrir mucho el desarraigo.
-¿Los alemanes responden a sus estereotipos?
-Yo conozco bien Alemania desde hace mucho tiempo. Estudié en el Colegio Alemán de Sevilla, en el Porvenir, y estuve destinado en la Alemania todavía dividida de finales de los 80. Como pasa con todos los estereotipos, algunos tienen base, son ciertos, como su amor por la cerveza y las salchichas o por el sol de España; otros, no, como lo de que son más trabajadores y más serios que los españoles: en ambos países hay gente para todo y no somos tan diferentes.
-Esta pregunta es recurrente pero ¿Cómo se ve España desde allí? ¿Y Sevilla? La globalización, los canales de comunicación ¿han eliminado las distancias?
-Desde Alemania se ve España con cariño, pero más como país de vacaciones y de fútbol, que como la potencia media que realmente somos en Europa y en el Mundo. No son muy conscientes de nuestro peso económico, de nuestro gran desarrollo tecnológico y de nuestro sector servicios, o de nuestra industria; después de los «grandes» Francia, Reino Unido, Italia, EEUU, Rusia o China, miran más a sus vecinos próximos como Polonia, Austria, Suiza o Países Bajos, antes que a España. Ahí tenemos un desafío los diplomáticos para ayudar a cambiar esa percepción.
-¿Cómo hay que ser para ser un buen diplomático?-Hay que tener una gran vocación de servicio, capacidad de sacrificio y prepararse bien en el arte de la contención, las buenas maneras y la mesura y el dominio de idiomas. Debo decir que España tiene muy buenos diplomáticos desde siempre (y no quiero pecar de falta de modestia, que no lo digo por mí, sino por generaciones de compañeros reconocidos internacionalmente).
-Si no hubiese trabajado en esto, ¿a que le habría gustado dedicarse?
-A la enseñanza, como toda mi familia. De hecho colaboro en muchos cursos superiores aportando algo de mi experiencia acumulada.
-¿Qué echa de menos de su tierra natal?
-Lo primero y más importante, la familia y los amigos, por supuesto. También la historia. Me explico. Cuando uno se cría caminando bajo la Giralda, junto a los muros del Alcázar, el Archivo de Indias,… es tanta la historia que cargan esa piedras que imprime carácter y forma tu personalidad; eso también se echa de menos. Y también la gastronomía tan nuestra y de nivel reconocido universalmente.
-La embajada de uno de los países líderes de la tierra debe resultar apasionante. ¿hay algo que le haya llamado especialmente la atención respecto a sus expectativas en estos escasos meses aún en el cargo?
-En mis primeros seis meses me he integrado muy deprisa porque ya era buen conocedor del país. Es verdad que lo más significativo aquí es la importancia para la toma de decisiones a cualquier nivel en la Unión Europea. No se puede hacer casi nada sin contar con Alemania y para eso hay que estar en contacto permanente a todos los niveles. Y debo decir que los alemanes son unos socios excelentes y que no es difícil trabajar con ellos; estamos en la misma onda en muchísimos temas.
-En su dilatada experiencia ha estado relacionado con los ámbitos humanitarios de la política exterior. ¿Pueden solucionarse los problemas que hoy nos apremian en este sentido?
-Es cierto que le he dedicado casi media vida al tema humanitario. Me especialicé en esa rama del Derecho Internacional Público en Estrasburgo y de la mano de mi gran maestro, el Profesor Dr. D. Juan Antonio Carrillo Salcedo, tan querido y añorado en nuestra Universidad Hispalense y en la Carrera Diplomática, y luego me tocó vivir la asistencia humanitaria desde la Agencia Española de Cooperación y desde los organismos humanitarios de Ginebra. He estado en las guerras de Yugoslavia, Irak, Afganistán, Grandes Lagos, Darfur, Congo,… y en grandes desastres naturales como el tsunami de 2004. Sólo existe una solución: solidaridad real con todos los pueblos del planeta, permitiendo y asegurando su desarrollo efectivo y respeto al medio ambiente, para evitar la destrucción de nuestro hábitat.
-Si tuviese que definir en una frase o dos a lo sumo, la extensa experiencia vital que le ha deparado su actividad, y tras convivir en culturas tan diferentes, ¿que enseñanza cree que le ha aportado?-¡Tan sencillo y tan difícil! Es evidente que todos los seres humanos del planeta queremos vivir en paz y libertad con un mínimo de seguridad y bienestar y que eso es posible; sólo hace falta que el 10% que tenemos el 90% de la riqueza estemos dispuestos a repartir de verdad.
-¿Por qué la cultura española, nuestro espacio, seduce en general al extranjero?
-Nuestra cultura es milenaria, muy compleja y muy diversa y a la vez integrada en un mestizaje que la hace tan rica y atractiva. Los que la descubren desde fuera lo ven de inmediato y se interesan mucho; a menudo somos nosotros mismos los que la desconocemos o la ignoramos. Nuestra cultura plural y de tolerancia es la base indispensable para una España reconciliada y próspera.
-¿Cómo valora la situación geopolítica actual? ¿podría vaticinarnos sobre dos asuntos candentes, Brexit y Venezuela?
-El Brexit es uno de los desastres de nuestra Era. Malo para todos, nefasto. Europa pierde; ellos pierden. Nadie gana absolutamente nada, salvo los populismos que germinan con el caos. Lo mismo en el caso de Venezuela, un gran país con todas las riquezas pero en manos de un «narcopopulismo» tiránico que está destruyendo a su propio pueblo. El populismo es la mayor amenaza a la seguridad europea y global y sigue creciendo.
Todo esto es fruto de la incertidumbre que se ha adueñado de nuestras vidas desde que la globalización, que en sí no es mala y ofrece todas las oportunidades para resolver los problemas de nuestro tiempo, ha servido para la especulación sin escrúpulos y para agrandar las diferencias, sin que hayamos sabido dar respuestas a las terribles inquietudes y al sufrimiento de millones de personas. Las simplificaciones tramposas y manipuladoras de los populistas ofrecen a muchos lo que quieren oir, con independencia de que no sea cierto, ni posible de llevar a cabo. Y se fomenta la cultura del odio y la descalificación, en lugar de la tolerancia y la concordia. Aprendamos de la historia: los europeos nos hemos pasado siglos de odio matándonos entre nosotros hasta que a mediados del siglo XX descubrimos la tolerancia, la concordia y la construcción común para alcanzar el modelo de más éxito de la Humanidad, el Estado del Bienestar, al que todos aspiramos, todos los seres humanos, con libertad y justicia. ¿Tan difícil resulta ver esta realidad? Los extremismos ideológicos no han llevado a ningún resultado, ni a ningún modelo de éxito. Necesitamos apostar por el Estado social, democrático de Derecho y de Bienestar para todo el planeta, poco a poco, pero con decisión y compromiso.
-¿Cree que en un mundo tan aparentemente convulso caben las buenas noticias? ¿es optimista?
-Siempre hay lugar para las buenas noticias. El ser humano es bueno por naturaleza y todos los días tenemos ejemplos de comportamientos y actitudes positivos, buenos, solidarios; no debemos dejar que las enormes dificultades que plantean la globalización especulativa y los populismos manipuladores nos hagan perder la humanidad, es decir, la tolerancia, el respeto, la buena educación…
-Un deseo para Sevilla…
-Que entre todos los sevillanos recuperemos nuestra grandeza del pasado a base de acercarnos más los unos a los otros y de desoir a los que nos quieren separar: respeto, tolerancia, educación y toda la gracia sevillana para ser más modernos y solidarios.
Muchas gracias, Ricardo, y mucha suerte en su nuevo desempeño.