Carmen González. El convento Nuestra Señora del Rosario de Arahal se ha convertido en estos días en Hogar de Acogida para dos familias argelinas que arribaron el pasado fin de semana en pateras hasta la costa de Almería. Son los primeros inmigrantes que llegan hasta las instalaciones, dirigidas desde hace cinco años por la orden de Hermanos Franciscanos de la Cruz Blanca, gracias a la firma de un convenio con el Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social.
El convenio se denomina “Programa de Atención Humanitaria a Personas Inmigrantes en Situación de Vulnerabilidad” y se ha realizado con la Fundación Cruz Blanca, perteneciente a la orden religiosa que gestiona las instalaciones desde que se fueron las Reverendas Madres de la Orden Dominica después de cuatro siglos en la localidad, en junio de 2014.
Un futuro mejor
En el patio y resto de estancias del antiguo convento de monjas de Arahal se oyen desde primera hora las risas de un niño y el trajín de una casa en la que se recibirá a partir de ahora a familias que llegan buscando un futuro mejor.
Desde el martes, hay dos familias, una formada por dos jóvenes hermanas menores de 30 años y otra por una madre de 36 años con dos menores, de 15 y 5 años de edad. Llegaron agotados después de una travesía que les llevó a cruzar el Mediterráneo desde su país, Argelia, arriesgando su vida. Llegaron el mismo lunes y son las primeras inquilinas de unas instalaciones que llevan preparando para este fin más de 5 años.
El convento está a cargo de los hermanos Julio José Pomedio (Superior) y Mikel Valdés. El proyecto forma parte de un convenio firmado “en tiempo récord” con el ministerio citado. “La situación de confinamiento a causa del COVID-19 ha provocado que los Centros de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Ceuta y Melilla estén colapsados y ha obligado a habilitar otras estancias fuera para que estas personas pasen un proceso de adaptación”. Pueden estar en ellas desde tres meses a un año.
Huyen de la guerra, el maltrato u otras situaciones
Pero el convenio incluye la contratación de 7 profesionales que ayudan a las familias a aprender el idioma, solicitar la documentación necesaria, e iniciar los primeros pasos para su inserción social. “Llegaron agotadas, son familias que cuentan con la protección internacional porque vienen huyendo de diferentes situaciones, como la guerra, el maltrato, física y psicológicamente deben recuperarse y tienen derecho a legalizar su situación porque cuentan con protección internacional”, explica el hermano Mikel.
Con estas dos primeras familias trabajan ya dos integradoras sociales, dos auxiliares de multifunción, y los dos hermanos, uno realizando las funciones de trabajador social y el otro encargado de las tareas administrativas y la integración de las recién llegadas. La directora del proyecto es una psicóloga.
Mikel Valdés dice que ha sido fácil por la solidaridad que ha mostrado Arahal. “Me gustaría que lo resaltaras, llevamos un mes esperando y al final se presentó esta situación de un día para otro y tuvimos que hacer un llamamiento pidiendo ropa, alimentos y productos de aseo personal. Y ha sido increíble cómo han respondido los vecinos de este pueblo, junto con hermandades».
Devolver gratitud
Por eso los dos religiosos a cargo del convento quieren devolver al pueblo su gratitud. “Las cuatro personas contratadas son de Arahal y siempre intentamos comprar todos los servicios o suministros que necesitamos en esta localidad, nos dan más de lo que podremos aportar”.
Siguen necesitando productos de aseo personal, pero cuentan que la puerta del convento se llenó de ropa para el más pequeño y las cuatro mujeres y todo tipo de productos. “Llegan con lo puesto y lo primero que hay que proporcionarles es ropa y productos de aseo personal”, explica el hermano Mikel.
No obstante, están esperando que la situación se normalice para organizar distintos tipos de talleres por ejemplo de empleabilidad, aunque lo más importante es “la alfabetización”. Y tampoco han activado un convenio firmado con una gran superficie comercial de la localidad para recoger alimentos fresco con corta fecha de caducidad. “No hemos querido activarlo para que no nos den cosas que no vamos a poder usar”, apunta el hermano Mikel.
Convento del siglo XVII
El convento data de principios del siglo XVII y, además de la iglesia, tiene una parte residencial, los antiguos dormitorios de las madres dominicas, que han adaptado y acondicionado para acoger a estas familias, además de un salón, sala de juegos techada, baños y amplias zonas de patio donde ahora juega sin descanso un niño de 5 años.
Mientras, las tres mujeres y una adolescente pasean y conviven ayudando en las tareas de este hogar de acogida que le da la seguridad para pensar en qué hacer con sus vidas, todo menos volver atrás.