10 octubre 2024
Hospital Sagrado Corazón

Tres extranjeros que murieron involuntariamente en Sevilla

Virginia López. Nacer, vivir y morir en Sevilla. Un ciclo vital que muchos vislumbran a gloria bendita. Y que la luz de Sevilla y estos días azules del poeta, sean la postrera visión.

Aunque tengas una mala muerte. O, inopinadamente, vengas a parar a este rincón sureño hispano. Circunstancia, más o menos desgraciada, que comparten tres extranjeros, cuyo fatalismo, les trajo a nuestra ciudad: el escultor italiano Torrigiano, el príncipe también italiano Antonio del Giudice y el político peruano José Baquíjano y Carrillo de Córdoba.

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Pietro di Torrigiano d’Antonio, por Vasari.

Torrigiano, cuyo nombre podemos verlo tanto con las letras jota como con ge en la calle dedicada en la Resolana de la Macarena, surrealismo digno de un Recuadro de Antonio Burgos, y que conocemos con exactitud, Pietro di Torrigiano d’Antonio, tenía la suerte adversa de cara.

Nacido el 24 de noviembre del año 1472 en Florencia, provenía de una adinerada familia dedicada al comercio vinícola, que al ennoblecerse, permitió a nuestro protagonista dedicarse a la escultura con Bertoldo de Giovanni en el Jardín de los Médicis, bajo el patronazgo de Lorenzo El Magnífico.

Allí andaba de morros con Miguel Ángel, apenas tres años mayor que él, hasta el punto de destrozarle la nariz: “Sentí cómo se le rompían el hueso y la ternilla como si fuesen de pasta. Le marque para toda la vida”,

San Jerónimo, de Torrigiano.

Viéndose obligado a exiliarse, esa huida propició la difusión del arte renacentista por Europa allá por donde estuvo: Francia hacia 1504, Países Bajos entre 1509 y 1510, seguido de Inglaterra en 1511, hasta recalar en Granada hacia el año 1525.

Según Francisco de Holanda el Emperador Carlos V le encargó un busto de su esposa, la Emperatriz Isabel, que desapareció. En nuestro Museo de Bellas Artes podemos contemplar una atribuida Virgen de Belén con el Niño, recientemente restaurada en orden a la exposición dedicada al Renacimiento hispalense.

Y su magnífico y fiero San Jerónimo, que bien mereció la contemplación de Goya en visita expresa, no a Sevilla, sino al monasterio homónimo. El mismo pintor nos dejó un aguafuerte con su No comas, célebre Torrigiano.

Dibujo de Torrigiano, por Goya.

Por cierto, el boceto se encuentra en el Monasterio de Santa Paula, de Jerónimas, como siempre decía Sor Bernarda, a quien mando un calurosísimo abrazo.

Según Vasari, su biógrafo, Torrigiano dio con sus huesos en el Castillo de San Jorge, acusado de hereje ante la Inquisición, tras hacer añicos una Madonna cuyo pago por el Duque de Arcos – Rodrigo Ponce de León, I Duque de Arcos, actualmente el título está desgajado del Ducado de Osuna – le fue dado en un enorme saco de monedas de vellón, muy lejos del esplendido pagamento prometido. Según la tradición se negó a tomar alimentos, muriendo de inanición en Sevilla, como refleja el dibujo goyesco, en 1528, año en el que se le pierde rastro.

Antonio del Giudice, como es conocido el III Príncipe de Cellamare y III Duque de Giovenazzo, Antonio Giuseppe del Giudice y Papacoda, nació el 25 de agosto del año 1657, morigerado en una familia de Nápoles que estaba al servicio de la monarquía española, tanto con el Habsburgo Carlos II como con el Borbón Felipe V. De hecho, su tío Cardenal e Inquisidor llegó a ser ministro en Madrid.

Entrada de Felipe V en Sevilla.

Mientras era embajador del Rey Felipe V en Francia, se produjo el complot que lleva su nombre, Conspiración de Cellamare, cuyo objetivo era destituir al regente francés y recuperar presencia en el Mediterráneo, tras perder España sus posesiones en Italia. No solo no se consiguió sino que la guerra se trasladó a América del Norte.

Retrato de José Baquijano.

El último encargo político que tuvo fue el de Caballerizo Mayor de la Reina Isabel de Farnesio, acompañando a la familia real a su estancia en Sevilla. El famoso Lustro Real que nos convirtió en Corte del 3 de febrero de 1729 al 16 de mayo de 1733.

Antonio del Giudice, de 75 años, andaba a la gresca con el Ministro José de Patiño al que le reprocha desamparar las caballerizas y no tener el presupuesto correspondiente. En esas continuas reconvenciones, el 6 de mayo de 1733 al caballerizo le sobrevino un ataque mortal en Sevilla.

José Javier Leandro Baquijano y Carrillo de Córdoba, III Conde de Vistaflorida, nace en Lima el 13 de marzo del año 1751. Descendiente de una familia de comerciantes vizcaínos que se ganó el título por aportar veinte mil pesos en la reconstrucción de la Iglesia de la Concepción de Chile afectada por el terremoto de 1737, en la actualidad sigue como linaje peruano de clase alta, siendo una de sus miembros Alessandra de Osma, casada con el hijo del Príncipe Ernesto de Hannover.

La familia de Felipe V, obra de Van Loo.

Dedicado a la abogacía en la Real Audiencia de Lima, viaja a España en 1773 con la intención de escalar en la corte pero el empeño lo dedicó a las casas de juego y el Ministro Gálvez ordenó su vuelta a Lima donde sí prosperó como catedrático y fiscal. En un segundo viaje a España recibe honores del Rey Carlos III al nombrarle Alcalde del crimen de la Audiencia de Lima, si bien poco después le concede la solicitud de jubilación, permaneciendo en nuestro país hasta el año 1806.

Siete años después realiza su tercer viaje a la metrópolis pero cae en desgracia al verse envuelto en una intriga palaciega. Ya no regresará a América. Fue desterrado a Sevilla en octubre de 1815 donde fallece el 24 de enero del año 1817. Con sus escritos está considerado un precursor ideológico identitario de la Independencia del Perú.

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