12 octubre 2024
Hospital Sagrado Corazón

Diego López Bueno, artista todoterreno, desconocido, de la Sevilla del siglo XVII

Virginia López. La larga lista de obras realizadas por Diego López Bueno, es, de lejos, señal de una obra manida, repetitiva o carente, en definitiva, de valor.

Pero el que no fuera un imaginero y el que su labor arquitectónica es el reducto final de una época en la que los principales monumentos ya estaban construidos y aún quedaban décadas para que hiciera aparición otro conjunto de importantes monumentos, puede explicar que su figura se diluya en esa ristra de artistas segundones que roza el anonimato.

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Obra de Alfonso Pleguezuelo sobre Diego López Bueno.

Y no solo a nivel popular, incluso al académico, donde únicamente ha sido estudiado en la Tesis de Alfonso Pleguezuelo, el cual ya recalcaba su posición entre los grandes artistas de la época, de quienes se verá influenciado y sobre los que dejará huella, es el caso de Martínez Montañés y Juan de Mesa.

Quizá su posición de bisagra estilística explique ese olvido. Sus datos biográficos son escasos, a tenor de los limitados registros archivísticos. Hay que tener en cuenta, no obstante, que en Sevilla nace, muere y desarrolla toda su carrera, pero tiene obras por Huelva, Cádiz y América.

Con fecha de nacencia hacia el año 1598, se forma en el círculo de Hernán Ruiz II y el discípulo y yerno de éste, Jerónimo Hernández. Es probable que estuviera vinculado familiarmente a este círculo de artistas pues se apunta que su padre, viudo de su madre, contrae segundas nupcias con una hija de Hernán Ruiz II, quien viuda, se casaría con Andrés de Ocampo.

Retrato de Francisco Pacheco.

La endogamia no era nada desacostumbrada como ya vimos en las Sagas Sevillanas

Pero quizá el entorno de Hernán Ruiz, autor del campanario de la Giralda, sea el más intrincado.

Este año se han cumplido los 400 años de la muerte de Andrés de Ocampo y el único recordatorio fue:

400 años de la muerte de Andrés de Ocampo

Retrato de Martínez Montañés por Francisco Varela.

Volviendo a nuestro protagonista, éste se casa en dos ocasiones. Su primera mujer pudo estar emparentada con Francisco Pacheco y la segunda lo estaba con el pintor Francisco Varela. Su hijo, apadrinado por Juan de Oviedo, muere prematuramente y su hija se separa de su marido ensamblador, lo que significa que no tendrá sucesores artísticos en su taller de la calle Amor de Dios.

Rondando los sesenta y cinco años, es enterrado el 10 de septiembre de 1632 en la Parroquia del Sagrario. Para cuando conmemoremos los 400 años de su muerte, su ciudad natal debe suplir el inexplicable hueco que tiene en nuestro callejero.

Iglesia de San Pedro.

Quien sí tiene una calle dedicada es el marchenero Diego López de Arenas, excelente alarife de claustros y artesonados mudéjares, autor del célebre tratado de carpintería de lo blanco. Un truco nemotécnico para identificarlos, dado que ambos construyeron claustros, es pensar en la A de López de Arenas y de Artesonado y en la B de López Bueno y de retaBlos.

Diego López Bueno fue un prolífico artista del siglo XVII que trabajó de ensamblador de retablos, escultor y arquitecto. Su huella está presente en casi todos los conventos sevillanos y pese a ser admirado en vida, hoy día, permanece en la sombra.

Retablo Mayor del Hospital de las Cinco Llagas.

Entre sus obras más notables y que aún contemplamos y podemos admirar en Sevilla, destacan la Portada principal de la Iglesia de San Pedro, el Retablo mayor del Hospital de las Cinco Llagas – según Palomero esta obra inaugura el purismo en el retablo sevillano – y los claustros y espadañas de San Clemente y Santa Paula. Esta última vecina de la de Santa Isabel, de las más hermosas de Sevilla.

Su faceta como escultor es la menos conocida y valorada. De casi cien esculturas atribuibles, se conservan apenas una veintena, entre ellas las del Retablo de Santa Catalina, que también es obra suya.

Santa Paula.

Su prolijidad resalta en el ámbito de la madera con numerosos sagrarios, sillerías, facistoles y hasta cajonerías.

Sucesivamente fue Maestro Mayor del Arzobispado y del Alcázar. En tales ámbitos las construcciones ya estaban conclusas por lo que su responsabilidad recaía en obras menores de restauración, que se traduce en un voluminoso legado archivístico.

Santa Catalina.

En la arquitectura civil se le atribuye la Casa natal de Miguel Mañara, dado que fue vecino del padre del mismo en la Puerta Jerez.

Aportación original suya a la arquitectura será la llamada bóveda de pendientes, que podemos ver en la Iglesia de San Lorenzo.

Cuando realizó el famoso Túmulo a Felipe II que provocó el no menos famoso Voto a Dios cervantino, empezó a alcanzar notoriedad y reconocimiento entre mecenas y compañeros. Ahora, Sevilla y los sevillanos tienen el deber ineluctable de reconocerlo como el buen artista que fue.

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