M. M. Corría el año 2016, Lesbos saturaba las noticias de los telediarios con los miles de refugiados que llegaban cada día a la isla griega cercana a Turquía, en el mar Egeo, procedentes en su mayoría del conflicto sirio. “Yo creía, o quería creer, que aquellas personas que salían en los telediarios estaban siendo atendidas, pero vi un vídeo de cómo los guardacostas turcos estaban pinchándoles literalmente las embarcaciones neumáticas en las que llegaban, condenándolas a la muerte. Y ya ahí no pude cambiar de canal. Al ver que quienes supuestamente estaban allí para salvar sus vidas, los estaban matando, no podía quedarme aquí de brazos cruzados, y no me lo pensé, me fui”. Jorge James trabaja en GREA, el Grupo de Emergencias de Andalucía, y con esta rotundidad tan natural cuenta cómo se fue la primera vez a Lesbos.
La primera vez de Jorge en Lesbos fue por tres semanas. Nos explica que contactó con la asociación sevillana Proem-aid (que nace como respuesta a la catástrofe humanitaria en el Mar Mediterráneo) y en una semana estaba en la isla griega cubriendo una baja. “La primera vez me fui por 21 días, y fue una experiencia que me marcó para siempre. Allí había voluntarios con muy buen corazón pero sin un perfil profesional de emergencia, necesario para poder ayudar a la gente que llegaba, que eran miles a diario. No saber reaccionar a tiempo, hacía que ocurrieran cosas que podrían haberse evitado. Me di cuenta del gran problema de gestión que había. Era un caos”.
“Trabajaba en un equipo formado por seis personas, con turnos que eran de 24 horas, que acababan siendo 28… Y allí nos conocimos los fundadores de Rowing Together: Javi, de La Rioja, Manu, de Alicante, y yo. Y formamos esta asociación junto a otras dos voluntarias independientes que conocimos en la isla, Luisa, de Madrid y Victoria, de Uruguay (aunque vive en Barcelona)”.
Hubo un hecho determinante: un niño. “Estando allí en Lesbos, una madrugada llegaron diez pateras, y a la tercera patera, se produjo un accidente en el desembarco: con los nervios, resultaron aplastados varios de los ocupantes. Finalmente, conseguimos sacarlos a todos menos a un niño, Saghid. Cuando por fin llegamos al niño y lo cogí en brazos, me temía lo peor, la cara de ese niño no se me olvidará en la vida. Hicimos una cadena humana y logramos transportarlo al puesto de urgencias. Cuando conseguimos llegar, vimos que le estaban practicando la RCP de forma errónea, y, aunque imploramos un relevo no hubo forma de ayudar, se lo llevaron en una ambulancia y esa fue la última noticia que tuvimos de ese niño hasta mucho tiempo después”.
Un mensaje de auxilio. “Esa noche, con todo lo ocurrido no podía dormir y me puse a escribir una carta, un mensaje de auxilio a las organizaciones sanitarias que conozco para que por favor enviaran para allá un equipo médico y una ambulancia. Y no conseguimos nada de eso”. Pero a la vuelta a España, siguieron intentándolo y consiguieron una ambulancia donada por Cruz Roja. En un mes habían puesto en marcha Rowing Together, “y decidimos llevarnos la ambulancia para Lesbos”. Pero en el transcurso de estos meses se firmó el tratado de Turquía, “el tratado de la vergüenza, que le llamamos los voluntarios”, y puso freno a la llegada de refugiados, que continúan llegando pero en mucha menor medida, “ahora llegan dos o tres embarcaciones al mes”.
Pusieron rumbo con la ambulancia al campo de refugiados de Idomeni, que cuando llegaron (por suerte) lo habían desmantelado, trasladando a los refugiados a diferentes campos de Tesalónica, en el Norte de Grecia. “Lo que hicimos es que, con la ambulancia, estuvimos visitando la gran mayoría de estos campos, visitábamos 14 a la semana. En dos semanas hice 6.000 km con la ambulancia”.
Por cuestiones del azar, se quedaron allí durante un año trabajando con las mujeres. “Nos dimos cuenta de que había un montón de mujeres embarazadas que no estaban recibiendo atención”. Y explica: “nosotros pensábamos dar atención sanitaria de urgencias, no centrarnos en la ginecología, pero al ver que no había nadie cubriendo esta necesidad tan urgente, y que, casualmente, en nuestro primer equipo fueron dos ginecólogas, pues fue todo rodado. Y, casualmente, una ONG que tenía un ecógrafo sin utilizar, acabó donándonoslo. A partir de este momento, nos centramos en la ginecología. Allí estuvimos hasta que el gobierno griego por fin comenzó a atender a estas mujeres”.
Actualmente cooperan con los refugiados de Moria. En este campo de refugiados del norte de Lesbos, la situación es muy complicada, aquí viven unas 10.000 personas en un espacio diseñado para 3.000. “Nos pusimos a realizar los trámites y conseguimos el permiso para tener un espacio donde montar la clínica allí y lo conseguimos en septiembre de 2018”.
Jorge explica que dentro del campo de refugiados de Moria hay mucha descoordinación entre las ONG griegas y el gobierno. Por lo que, finalmente, para poder atender a las mujeres de forma inmediata, decidieron salir físicamente del campo, y, junto a Médicos sin fronteras, se han instalado en un campamento fuera, pero muy cerca: “Estuvimos sólo una semana dentro del campo. Desde mediados de septiembre ya estamos fuera, y actualmente estamos muy satisfechos con esta relación por ambas partes, ya que permite a las mujeres un libre acceso a nuestros servicios y se sienten más seguras”.
La situación en Moria es muy dura. “Ya no sólo lo que está dentro, sino cómo llegan. Sobre un 80% de las mujeres que llegan a Lesbos han sido violadas en su periplo hasta llegar allí. Y dentro del campo se están produciendo cinco violaciones a la semana, y no sólo a mujeres, sino a niños y a hombres, como castigo. Aquello es una cárcel. Es como si cogemos ahora mismo 10.000 personas de un barrio de Sevilla, donde habrá mucha gente buena, pero también gente mala. Ponemos a toda esta gente casi tres años, como llevan algunas allí encarceladas: te vuelves loco y lo peor de tu instinto sale”.
Rowing Together reparte amor. “Lo que nos caracteriza desde el principio es que damos mucho amor. Estas personas lo que necesitan es cariño, porque desde que han salido del horror, de su guerra, hasta que han llegado allí, han visto y vivido situaciones horribles. Son caras que no se te van a olvidar en la vida. Escribí una vez en el diario que eran personas que parecía como si hubieran perdido el alma, eran como entes, sin expresión alguna en el rostro. Y lo que necesitan es mucho cariño y nuestra ONG se lo da”.
No siempre es fácil. Además de cooperar a través de Rowing Together, Jorge James es voluntario en Proem-Aid, organización con la que ha estado veintiún días en un barco de rescate en la costa de Libia. Lo que al final se traduce en pasar mucho tiempo fuera de casa. “Esto te roba mucho tiempo, y la familia se resiente, yo tengo un niño de tres años que al entrar por la puerta, 22 días después, me gritó muy contento: Papá, papá… qué alegría de que hayas venido, pensé que no me querías ver y por eso te fuiste… Así que siempre intento compensarlo y dedicarle el tiempo que se merece».
Cómo colaborar con Rowing Together. “Hemos tenido la suerte de rodearnos de gente muy competente y siempre necesitamos voluntarios que se unan a nuestro equipo. Actualmente, los que están en el terreno, son equipos formados exclusivamente por personal sanitario, y tienen que ser enfermeros o doctores en medicina general, pediatría, y, sobre todo, ginecólogas, porque es el requerimiento que nos han pedido. Aparte de eso, es necesario en cada equipo la figura del coordinador, que también vamos rotando».
Y añade Jorge: «Al mismo tiempo, contamos con proyectos puntuales que desarrollamos en paralelo para los que siempre viene bien ayuda”. Igualmente, es posible hacer donaciones para colaborar con sus proyectos, “porque todas nuestras buenas acciones y voluntad no son suficientes por sí misma, inevitablemente, necesitamos dinero”. El número de cuenta para donacionaciones a Rowing Together es: ES37 0081 0316 08 0001329642.
Se puede contactar con Rowing Together en este correo electrónico: [email protected], así como seguir un diario de a bordo del día a día en el campamento a través de su página de Facebook.