SBN. El Teatro Central de Sevilla ofrece el estreno absoluto de ‘Los Árboles (Un Chéjov andaluz)’, del dramaturgo sevillano José Luis de Blas, a cargo de su Teatro Resistente. Las representaciones serán los días 14 y 15 de febrero en la sala B del pequeño coliseo sevillano.
Con ‘Los Árboles’ De Blas parte de ‘El Jardín de los cerezos’, del reputado autor ruso, para armar «un Chéjov más cercano a nuestra historia reciente», según sus palabras, para lo que se atreve con once intérpretes en escena. La producción de la obra, según nota de prensa, cuenta con la colaboración de la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales, que gestiona el teatro.
Teatro Resistente manifiesta que creen «en la necesidad de una habitación compartida» y que «dejando de lado cualquier consideración de índole administrativa o de producción» se han centrado exclusivamente en lo creativo. De este modo la compañía pone en marcha un laboratorio con base en ‘El jardín de los cerezos’, de Anton Chéjov, pero ese texto será solo «uno más de muchos otros materiales potencialmente escénicos».
La idea era hacer un Chéjov andaluz, «un Chéjov más cercano a nuestra historia reciente», dice Teatro Resistente. Ahora, justo tres años después de los inicios de este laboratorio, llega el momento de mostrar su trabajo: la acción la sitúan a mediados de la década de los años 80 del siglo XX y, a partir de esa realidad compartida, los actores trabajan sobre lo que de él les sirve, abandonan lo que les es ajeno e inventan lo que les falta.
«Nadie en su sano juicio montaría una obra de teatro con un elenco de once personas sobre el escenario», admite el grupo; «en nuestra comunidad es inviable y cualquiera que lo intente está abocado a la ruina, aunque también con elencos más pequeños», proclama la Resistente.
«Corren malos tiempos y hemos decidido resistir, plantando cara al sistema de producción, porque no creemos en el que impera. Venimos tan solo con nuestros cuerpos, el aval de amar y conocer nuestro trabajo, la convicción de tener cosas que contar en escena y la necesidad de dar cuenta de hasta dónde hemos llegado (o podríamos llegar), sin que las condiciones de producción marcaran con el hierro de la precariedad nuestro impulso y vocación de teatro».