14 mayo 2024
Hospital Sagrado Corazón

Gente ejemplar que se premiaba en la Sevilla del siglo XIX

Virginia López.  Los premios para reconocer trayectorias personales ejemplares no son solo cosa de esta época. Ya en el siglo XIX en Sevilla se establecieron por parte de los Montpensier unas distinciones que pretendían hacer justicia publica a especiales comportamientos. De esta forma sevillanos y ejemplares personas fueron reconocidas sin distinción de clase.

En su “corte chica” del sevillano palacio de San Telmo, los Duques de Montpensier – una pareja muy bien avenida y tal para cual en sus aspiraciones de reinar bien que a costa de destronar a su hermana / cuñada respectiva, la reina Isabel II –gustaban festejar por todo lo alto de cada uno de sus momentos familiares.

Sin duda los nacimientos protagonizaban la mayoría de festejos y desde luego hubieran celebrado numerosas bodas si la tragedia no hubiera acompañado en tantas ocasiones a la familia, llevándose a la tumba a casi todos sus hijos, bien de corta edad, bien de adolescentes.

“Las hijas del Duque del Montpensier” (entre 1855-1863), de Alfred Dehodencq. Son María Isabel, María Amalia Luisa y María Cristina.

Hoy día se considera que la zona pantanosa de los jardines creó un ambiente malsano o pudieron ser las maltrechas tuberías, no cambiadas desde los tiempos en que se construyó el inmueble como colegio para formar a futuros marineros a finales del siglo XVII.

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Curiosamente ninguna de las tres bodas que pudieron celebrar los Duques de Montpensier tuvo lugar en el palacio, siquiera en Sevilla, en la Catedral por ejemplo.

Una hija se casó en Inglaterra y los otros dos en Madrid.

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María de las Mercedes con cuatro años de edad.

Solo la pedida de mano a María de las Mercedes se celebró con toda pompa en el Salón de los Espejos del Palacio de San Telmo un 12 de diciembre de 1877. No asistió el novio, el Rey Alfonso XII, sino que actuó por poderes el Duque de Sesto, su mentor y amigo íntimo, cómplice de sus correrías amorosas.

1860 fue un año importante para los Montpensier. El 24 de junio nacía su quinta hija, María de las Mercedes. No imaginaban entonces su extraordinario – y anhelado – destino. Pero que superara una tuberculosis en la niñez y viviera su adolescencia completa alivió a sus acongojados progenitores.

Isabel de Orleans y Borbón, Infanta de España y Duquesa de París, poco antes de morir en 1919 en Villamanrique de la Condesa. El apelativo de la localidad proviene de ella.

No se conocen hijos ilegítimos del Duque de Montpensier quien supo disimular sus relaciones extramatrimoniales, en especial con artistas del folklore andaluz de la época, pese a las coplillas que circulaban. Nada que ver con su hijo tocayo que protagonizó el primer divorcio en la familia real española.

Ya en un anterior artículo hablamos de este infante sevillano que pudo ser rey:

Dos infantes nacidos en Sevilla que podían haber sido reyes

Y el otro gran acontecimiento familiar tuvo como protagonista a la primogénita, Isabel de Orleans y Borbón. Nacida en Sevilla en 1848 en una estancia del Alcázar como indica una placa, dentro del ambiente de acomodo improvisado que tuvieron sus padres, recién llegados a nuestra ciudad.

Dibujo de Sevilla en 1860. Litografía “a vista de pájaro” (mediante un globo aerostático) de Guesdon. Detalle con el Palacio de San Telmo.

Se casó en Gran Bretaña con el Duque de París, aspirante al trono francés, siendo la tatarabuela del Rey Juan Carlos I. Pocos saben, por tanto, que el actual rey Felipe VI es descendiente directo del Duque de Montpensier, así que indirectamente, colmó su ansiada aspiracion de ocupar el trono español.

El 17 de noviembre, día de su onomástica, un comunicado de prensa emitido por la Mayordomía Mayor de los Duques de Montpensier, manifestaba así:

“Deseando SS.AA.RR. solemnizar el día en que reciba su augusta hija la Serenísima Infanta Doña María Isabel, los Santos Sacramentos de la Eucaristía y Confirmación, y dándonos una nueva prueba de su piedad y de su ardiente caridad cristiana, se han dignado determinar que el día 6 de enero se distribuyan premios a la virtud, en la forma siguiente:

[…]

Estos premios han de ser distribuidos en el Palacio de San Telmo. Y para que se elijan las personas más dignas, SS.AA.RR. han tenido a bien delegar en una junta bajo la presidencia del Excmo. Señor Cardenal Arzobispo de esta diócesis, el cargo de proponer los interesados que hayan sido agraciados, mediante el respectivo expediente que se formará de cada uno de ellos.

Detalle del famoso cuadro de las cigarreras de Gonzalo Bilbao, que nació precisamente en 1860.

La junta nombrada ha acordado invitar, por medio de los periódicos, a cuantas personas se crean en el caso de solicitar cualquiera de aquellos premios, con un plazo hasta el día 30 de noviembre.

Enternecedor este último párrafo:

Y como podrá suceder que muchos pobres que puedan aspirar a estos premios, sean tan humildes que no se crean dignos de pretenderlos, en cuyo caso la junta que los desconoce no podría tampoco proponerlos, se ha acordado que se ruegue a las personas que tengan conocimiento de ellos, presenten la solicitud con los datos personales, para hacer después las investigaciones que se estimen necesaria.”

La plaza de San Marcos en 1857 (detalle).

Finalmente fue el 2 de enero de 1861 cuando se repartieron los premios en esta especie de insólita y curiosa epifanía sevillana.

Cabe reseñar que no podemos ver la Historia con la mentalidad actual. La caridad vertical del pasado nada tiene que ver con la solidaridad horizontal del presente. Quedémonos, pues, con las buenas intenciones – sinceras y en ocasiones espontáneas – de aquellos que detentaron mayor poder y acumularon mayor riqueza.

Veamos en qué consistieron los premios y sobre todo sus merecidos receptores, tal y como la prensa lo presentó:

Plano de Sevilla de 1860.

1º Un premio de dos mil reales a una sirvienta anciana que habiéndose distinguido durante muchos años por su moralidad en el servicio doméstico y fidelidad a sus amos, se encuentre en la miseria.

Se entregó a Francisca Ponce, viuda de 62 años de edad, anciana achacosa, sin vigor y sin más recursos que los de su caridad, sirvió con fidelidad  y esmero a Doña Mariana de Fortes desde 1819 hasta 1850 en que falleció. Desde 1830 quedó esta señora reducida a la pobreza y a la triste situación de recibir el sustento de su fiel criada, que para este fin trabajaba y a veces pedía limosnas. Aumentadas las miserias de su ama con una enfermedad que la postró en el lecho, la piadosa sirvienta redobló sus esfuerzos para conseguirle no solamente el sustento,, sino también los servicios médicos que necesitaba.

“Limosnas en la Catedral de Sevilla”, de José Roldán Martínez, 1860

2º Otro de dos mil reales a un operario, padre de familia, que más se haya hecho notar por su laboriosidad y constancia en el buen obrar.

Lo recibió Antonio Alfora y Pazadas, era de ejercicio peinero, adquirió el crédito de oficial hábil, y su maestro Don Mariano Pinto, asegura haberse distinguido particularmente en varias obras que hizo de su arte para SS.AA.RR, por efecto de su incesante trabajo y del esmero con que cumplía todas sus obligaciones.

Contrajo una enfermedad crónica de pecho que le inhabilita para el ejercicio de su profesión, subsistía gracias al afecto de su hijo, también peinero y oficial de mérito, el cual está imposibilitado por la misma causa y no puede atender hoy ni al propio sustento ni al de su padre. El infeliz artesano recibe hoy los cortos auxilios con que le socorren sus compañeros de profesión.

3º Otro de dos mil reales a un estudiante de intachable conducta, que con escasos recursos y a fuerza de perseverancia y sacrificios, esté siguiendo una carrera literata o científica.

Plaza de San Francisco, 1860.

Recayó en José Payán Romero, de diecisiete años de edad, vive en el inmediato pueblo de Camas, lugar de la residencia de sus padres, los cuales aunque no son pobres de solemnidad, carecen de los medios necesarios para sostener a su hijo en la carrera elegida. Esta circunstancia obliga al alumno a madrugar, a venir todos los días a pie de Camas a Sevilla, a dejar en Triana las humildes ropas que viste y a mudarse otras más decentes con que se presenta en las clases.

Desde las ocho de la mañana hasta la caída de la tarde, Payán se halla constantemente en el aula o en la biblioteca, y cuando ésta se cierra, está en las galerías de la Universidad estudiando y preparando sus lecciones, pues es muy aplicado y está deseos de adelantar en sus estudios, no participando de los regocijos y las distracciones propias de la juventud. Sus notas en los exámenes han sido hasta ahora de sobresaliente o notable, y en su conducta en la casa paterna es ejemplar. Este alumno cursa el primer año de Ciencias  y sus méritos han sido expuestos por el Decano de la Universidad y el cura párroco de Camas.

4º Otro de dos mil reales a una operaria de la Fábrica de Tabacos, madre de familia, que haya seguido con asiduidad los trabajos de la fábrica y más se haya distinguido por su amor filial.

La destinataria fue Manuela Águila, viuda de 45 años de edad, tiene dos mellizos de trece años y otro hijo de diez años , lleva 35 años de asistencia a la fábrica y mantiene, además de sus tres hijos, a una hermana demente; es de buena conducta y muy aplicada en el trabajo.

5º Otro de dos mil reales a un soldado licenciado, que después de haber hecho la Guerra de África, – la Primera Guerra de Marruecos (1859-1860) – haya tomado su licencia y se haya hecho más acreedor de esta gracia.

Fue a parar a Manuel Ortega Ponce, natural y vecino de Benacazón, licenciado por haber cumplido en la compañía de cazadores de Albuera. Durante la guerra recibió dos heridas en distintas acciones; hoy vive con su madre viuda y pobre, y carece de recursos para sostenerla.

Se entregaron diez mil reales a cinco personas: tres hombres y dos mujeres. Una peseta equivalía a 4 reales, por lo que recibieron 500 pesetas que en el cómputo actual son 3 €. Lamentablemente no se conservan imágenes de estos sevillanos. Como curiosidad, una calle de Camas se llama José Payán, pero no he logrado descubrir si es el mismo.

Son muchas las limosnas y dádivas que los Duques de Montpensier repartieron en Sevilla durante su vida. En esta ocasión, me detengo a transmitir estos hechos por atañer a sevillanos reales, los anónimos de carne y hueso de la intrahistoria, de los que no se habla en demasía por ocuparse las fuentes y crónicas de los de sangre real como protagonistas del devenir de los tiempos.

Aún a riesgo de que el artículo quede demasiado extenso, aprovecho para insertar unos interesante datos demográficos pues en diciembre del mismo año de 1860 se efectuó un censo y creo que hace al caso, indudablemente, ver los datos que arroja:

Cabezas de familia……………..… 29.808

Almas…………………………….116.514

De estas saben leer y escribir……… 38.935

Leer solamente………………………4.351

Ni lo uno ni lo otro…………………73.228

La población sevillana era de 116.514 personas pero aún se utilizaba la expresión “cabezas de familia” para contabilizar los hogares. El índice de analfabetismo era del 63 %.

Éstos eran nuestros antepasados.

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3 comentarios en «Gente ejemplar que se premiaba en la Sevilla del siglo XIX»

  1. Quedo demostrado que los problemas de salud y fallecimientos en esta familia eran debidos a las aguas del río tagarete pasando por las puertas de su Palacio.
    Recogían sus aguas para uso doméstico.

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