Un grupo de mayores sevillanos pone en marcha un residencial autogestionado donde pasar su vejez

Ana Rodríguez. La última etapa de la vida es un momento deseado y temido. Lo primero, porque al fin parece que la luz al final del túnel de las obligaciones vitales comienza a brillar. Lo segundo, ya que nunca sabemos en qué condiciones y circunstancias alcanzaremos esta fase.

Hace no muchos años, lo común era que los hijos se hicieran cargo de sus padres y se los llevaran a vivir con ellos para cuidarlos y permitirles disfrutar de sus nietos en esos años de senectud. Ahora esto ha cambiado mucho. La esperanza de vida se incrementa y un elevado porcentaje de mayores es capaz de valerse por sí mismo a pesar de los achaques. Por ello, a no ser que sean dependientes -en cuyo caso pueden acabar de ruta por las casas de sus hijos o en una residencia-, viven solos e incluso colaboran en la crianza de sus nietos como gratuitos ‘niñeros’.

Pensando en ese futuro que a todos nos espera, un grupo de seis sevillanos jubilados y próximos a la jubilación se ha propuesto pasar sus últimos años de una forma distinta: viviendo en comunidad con otras personas de su horquilla de edad con las que compartir esta etapa y alcanzar juntas un envejecimiento activo.

La iniciativa, bastante común en países nórdicos y en Estados Unidos, recibe el nombre de cohousing senior y responde al modelo de un residencial autogestionado por y para mayores. Hogares colaborativos que ya empiezan a proliferar en España y que en Sevilla lidera la Asociación Abante Jubilar Sevilla.

Raquel Rico es la presidenta de esta entidad que se constituyó el 8 de julio de 2017. A través de la asociación, ella y sus cinco compañeros en esta aventura –Ignacio Caballero, Fernando León, Manuel Jiménez, Ana Criado, Juan Moreno, Pilar Araúz y Maribel Cáceres– han estado trabajando para avanzar en un proyecto que está alcanzando en la provincia hispalense un éxito que no esperaban.

Es curioso que estos ahora seis amigos, que constituyen el grupo motor de la propuesta, no se conocían con anterioridad. Dos de ellos son matrimonio y siempre habían tenido la idea de envejecer en un hogar colaborativo. Empezaron a informarse y organizaron una reunión en la Casa de las Columnas de Triana a la que invitaron a un grupo de profesionales llamados jubilares, que asesoran a quienes quieren poner en marcha comunidades de este tipo. Allí conocieron a los otros cuatro compañeros, que acudieron como oyentes, y comenzaron a funcionar.

Constituyeron la asociación, primer paso de un largo proceso en el que poco a poco han ido avanzando. «Llevamos dos años asesorándonos y buscando el emplazamiento donde ubicar la residencia, que debe tener unas características concretas, como que esté bien comunicado, tenga un entorno agradable, oferta cultural…», explica Raquel Rico. Un paso muy complicado a nivel administrativo, ya que este modelo no está contemplado en los planes urbanísticos, ni tampoco en el ámbito bancario.

A pesar de haberse reunido en varias ocasiones con ayuntamientos y empresas municipales de la vivienda, la asociación ha optado finalmente por suelo privado, reduciendo sus opciones a entre dos y tres solares.

El próximo 8 de junio han convocado una reunión en la granja escuela Cuna de Espartinas con unas 60 personas que les han mostrado su interés en la iniciativa. «En ella empezaremos a tomar decisiones», explica Rico, quien añade: «mostraremos varios solares que hemos localizado para que el grupo empiece a comprometerse y afrontar, entre todos, la compra de uno de ellos». Para adquirir el terreno, la idea es constituir una cooperativa de servicio que sería la titular y gestora de la residencia, cediéndose los pisos para su uso a los miembros de la misma.

«El solar que más nos gusta se ubica en Mairena del Aljarafe, pero hay otras opciones. Necesitamos hacer 30 unidades habitacionales en las que vivirían unas 40 y tantas personas, aunque estamos en un momento de ampliación. El solar del que hablamos es muy grande y cabría la posibilidad de que fueran dos comunidades de 30″, comenta la presidenta de Abante Jubilar.

El complejo residencial, que la asociación calcula que estaría en funcionamiento en unos tres años -uno para trámites y diseño y dos de construcción- contaría con viviendas independientes de entre 60 y 70 m2, además de los espacios comunes que sus residentes decidan crear (jardín, huerto, piscina, biblioteca…). En este tiempo, el grupo definiría asimismo las normas de convivencia, que recogerían posibles soluciones a los casos que podrían plantearse.

En este sentido, los miembros de esta comunidad deberán ser personas adultas, a partir de los 50 años, que vivirían solos o con sus parejas, con una «mentalidad abierta y dispuestos a colaborar y a comprometerse. Cada uno tendrá su casa y su espacio privado, pero también hay un compromiso colectivo. La idea no es contratar servicios privados de, por ejemplo, comida, sino hacerlo todo entre todos«, asegura Raquel Rico.

Y es que el objetivo último de este proyecto es mantenerse activos y dar esquinazo a la tan temida soledad que se ensaña con muchos de nuestros mayores. Como bien pone de relieve la presidenta de Abante Jubilar «en abril hicimos una convocatoria a través de la web a personas que se habían mostrado interesadas en sumarse a la iniciativa y hemos tenido un éxito enorme porque existe una auténtica necesidad«.

La proliferación de los cohousing senior no es pura casualidad, y sus ventajas, tanto para quienes integran las comunidades como para la sociedad en general, son numerosas. Así, investigaciones demuestran que las personas mayores que viven en grupo tienen mejor calidad de vida y se medican menos, con la reducción de costes para la administración pública que ello implica. Incluso hay casos de residencias colaborativas que han reactivado localidades rurales prácticamente despobladas.

Quizás las familias sean las que peor lleven que sus mayores decidan emprender una nueva etapa en compañía de ‘desconocidos’. «Algunas de las personas que se querían apuntar empiezan a tener dudas porque para su entorno más próximo no es fácil aceptar esto. Sin embargo, una de las razones por las que lo hacemos es no ser una carga para nuestros hijos, no depender de ellos para cosas como ir al médico, así que pienso que para ellos debería ser un alivio. Vamos a mantener a nuestros amigos, nuestras aficiones, seguir viendo a nuestras familias… pero a la vez tendremos gente cerca con la que enriquecernos, hacer cosas que nos diviertan, evitar el aislamiento y la soledad«, expone Rico.

El proyecto va avanzando y dentro de unos años será una realidad, siendo ahora el momento de subirse al carro de este colectivo que derrocha ganas de vivir. Ellos son una muestra de las nuevas formas de disfrutar otra etapa de la vida, que no por ser la última debe estar exenta de experiencias y buenos momentos.